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viernes, 22 de diciembre de 2023

Casi diez años después

   Hace once años creé este blog. Hace nueve años que no escribo en él.

   En ese tiempo era un blog bastante conocido, muy visitado, casi a diario recibía emails comentando sobre cada nueva publicación.

   En la escritura encontraba alivio, podía canalizar el exceso de emociones, la rabia, la tristeza, la desolación, los momentos de locura que experimentaba cuando no lograba racionalizar la muerte de mi hijo.

   Pero, al contrario de lo que pensé, en ese momento el proceso del duelo no se fue haciendo más llevadero como la mayoría de las personas suelen decir.

   Para mí, el proceso se hizo cada vez más difícil.

   Incluso hoy, doce años después, siguen habiendo algunos momentos de mucha tristeza. Una melancolía profunda difícil de tolerar. Porque el mundo siguió girando, y no encuentro momentos ni personas para compartir lo que sigo sintiendo. No con la misma frecuencia, pero siempre parece haber cierta sensación de vacío doloroso.

   Con el tiempo también, el abuso de las redes sociales ha ido banalizando cada vez más la comunicación. En un punto dejé de escribir aquí lo que pasaba con mi proceso porque estaba expuesta a muchas personas, lo que inevitablemente me generaba ansiedad y ponía cierta presión en apurar el proceso del duelo.

   No podía estar más alejada de la realidad. El tiempo no lo cura todo. Y hay dolores con los que se debe aprender a vivir, y tolerarlos cuesta.

   Hay diferentes tipos de duelo, no sólo la muerte de un ser querido supone un duelo. También hay otros duelos profundos, otros micro duelos, algunos otros que por ser tan cotidianos o desconocidos como tal, no son nombrados, y por lo tanto, no son reconocidos como tal.

   En estos nueve años he vivido más duelos. Me divorcié perdí amistades importantes; me cambié de país más de un par de veces; se terminaron relaciones amorosas; he cometido errores; personas han fallado a mis expectativas, pero también a nuestros compromisos; dejé el primer departamento donde viví sola, ese primer lugar donde encontré tanta calma, pero donde lloré sola tantas veces; también pasó la pandemia; cuidé de mi abuelita hasta que falleció. Igual que con mi hijo, estuve con ella también en el momento en que falleció.

   Tantos duelos, uno tras otro, tantos que muchas veces no he tenido el tiempo ni la fuerza suficientes para procesarlos. Y entre tantos duelos, inevitablemente he tomado malas decisiones. Muchos errores cargo en la memoria. Pero sigo avanzando.

   Me mantengo cuerda recordando que no soy la protagonista, sino la observadora.

   En el Bhagavad-gita 3.27 se afirma:

"El alma espiritual que está confundida por la influencia del ego falso, se cree la autora de actividades que en realidad son ejecutadas por las tres modalidades de la naturaleza material."

   La perspectiva cambia drásticamente recordando esto. Que en realidad no estoy sometida como alma a un sufrimiento de doce años sin mi hijo. Sino que en realidad, estoy observando una realidad temporal que me permite de muchas maneras extraer aprendizajes. Aunque muchas veces falle al ponerlos en práctica.

   No hay apuro, tal como somos, somo aceptados por Bhagavan, El Ser Supremo que no sale jamás de nuestro corazón. 

   No hay apuro, aunque muchas veces quisiera ya tener todas las heridas emocionales sanadas.


miércoles, 23 de abril de 2014

Debe ser difícil




Hoy me he puesto a pensar en mi pareja, mi hermano, padres, primos, distintos grupos a los que de alguna manera pertenezco. Y pienso en lo difícil que debe ser estar cerca de nosotros que no tenemos algún hijo aquí porque este ha muerto.


Pienso en los días en que amanezco de buen ánimo y que de a poco mi voluntad va decayendo y la realidad me aplasta, días en que quiero cerrar las cortinas, acostarme sin que nadie me vea ni me escuche, pero que al mismo tiempo se necesita desesperadamente un abrazo o palabras de alguna amiga adivinadora. Tengo un par de esas amigas, que imagino tienen una bola de cristal o algo similar porque siempre adivinan cuando estoy mal.

Pienso en lo difícil que debe ser entenderme, entendernos. 

Pienso en mis cambios de humor y de ánimo. En los ataques de angustia y de pánico que he sufrido sin haberlos conocido por más de 25 años. En los días que no quiero hablar con nadie, no por no hablarles, sino por estar en silencio porque el corazón está gritando demasiado fuerte. O en los días en que respondo de maneras no adecuadas. En los días que respondo y sin querer hago daño. En esos días pesadísimos que coinciden con alguna celebración social a la que tengo que ir, que me duele el cuerpo de tanto dolor y que aún así hay que asistir sin que ojalá nadie note cómo te sientes. 

Pienso en lo difícil que debe ser entendernos. 

Pienso en los tantos días en que ruego porque no se escuche nada porque los ruidos más mínimos retumban en la cabeza. Cuando no quisiera sentir ningún olor porque provocan náuseas. No quisiera comer nada porque todos los sabores son agrios. Cuando me encantaría no ver ningún objeto, ninguna forma ni sombra o luz, porque todo molesta a la vista. Cuando el cuerpo pesa, duele como el primer día, quieres estar quieta, hasta el peso de las sábanas molesta, las arrugas en la ropa, el calor o el frío, las manos que pican, el brazo que se duerme, la pierna que está incómoda, la nariz que se tapa de tantas lágrimas y la dificultad al respirar. Son días en que este cuerpo sobra. Y pienso en lo difícil que debe ser estar cerca mío en estos días. Cerca de personas que pasamos por lo mismo. 

Debe ser muy difícil intentar entendernos. 

Pienso en lo difícil que debe ser para mi pareja, mi hermanito, mis padres o mis suegros verme a veces perdida en el espacio sin entender qué pasa. Miro a mi abuela y me alivia que al menos ella no parezca notarlo. Pienso en lo difícil que debe ser intentar comprender que no es que me pase algo, sino que es algo que todos los días está ahí, pero hay días que no tienes la fuerza para estar equilibrada, para disimularlo o para sobrellevarlo. 

Me duele pensar en lo difícil que debe ser hacer esfuerzos por comprender lo que nos pasa. 

Lo he dicho muchas veces en este blog, y lo diré mil veces más para abrir la mente respecto al tema. Cuando se muere un hijo no es un suceso en la vida. No es como cuando te casas, no es como cuando te caes, no como cuando estás de cumpleaños, no es como esa vez que te sentiste enfermo, no es como cuando se termina una relación como tantas otras, no es como cuando peleas con tu mejor amiga o con la persona que amas, no es como cuando estuviste tan triste por algo. No es un suceso. Cuando se muere un hijo no es la peor de las pesadillas. No es una pesadilla dentro de otra pesadilla y de otra y de otra y al fin despiertas sabiendo que fue sólo la peor de las pesadillas. Cuando se muere un hijo no es algo que sucedió una vez y listo, después vienen más sucesos. No es un suceso entre muchos más. Cuando se muere un hijo, tu vida entra en una realidad totalmente distinta a la anterior. El mundo, las personas, la vida y la muerte, tus creencias, tú misma, todo se evalúa y se reevalúa mil veces. Todo cambia de forma, nada se ve como antes. Nada tiene la importancia de antes, ahora hay cosas que importan más, otras menos y otras nada. Tu mundo cambia, tú misma cambias en tantas aspectos que ni siquiera se alcanzan a tener claros. Y sí, imagino lo difícil que debe ser mantenerse cerca de nosotros y tratar de entender uno solo de esos cambios. 

Debe ser muy difícil hacer el mínimo intento por comprender el cambio más mínimo que vivimos. 

Pienso en mis papás... en lo confundido que se debe sentir mi pareja mil veces al verme así, como hoy, ese hombre que tantas veces ha secado mis lágrimas... pienso en mi hermano, que además de su sufrimiento debe sufrir aun más imaginando el mío. Porque este es uno de esos sufrimientos que no aminora por compartirse. 

Nunca voy a saber si la vida del ser humano de tan simple me parece compleja o si de tan compleja me parece simple. Si el ser humano en sí es difícil de comprender... Si un ser humano con depresión es tan difícil de comprender... Ni siquiera pretendamos comprender a alguien cuyo hijo murió, no se va a lograr jamás si no se ha vivido. Y honestamente me parece sano dejar la pretensión de ser comprendidos por otros, en este caso creo que no es posible. Incluso los procesos de quienes perdieron hijos son todos procesos distintos entre sí. 

Seguramente es difícil cualquier esfuerzo por entendernos, porque no creo que sea posible. 

Aun así valoro los esfuerzos a pesar de lo difícil. Como pista sólo podría decir que lo que se agradece con todo el corazón en estos días es el silencio, el abrazo y las palabras cariñosas.

martes, 15 de abril de 2014

Transformación del sufrimiento en compasión y autosuperación.

He tenido días difíciles recordando mucho… siempre que me sumo en estos días reflexiono sobre lo que significa el sufrimiento y sobre lo que este nos puede ayudar. En estos días he estado reflexionando en cómo podemos utilizar el sufrimiento para ser mejor persona.


Mi conclusión respecto a si podemos utilizar el sufrimiento para ser mejor persona que la que estamos siendo o, en mi caso particular, a la persona que soy desde el día en que mi hijo falleció. es que sí se puede. Y más allá de poderse, mi conclusión global es que el sufrimiento es uno de los mayores motores para ser mejores personas, para superarnos a nosotros mismos. No el sufrimiento al que nos aferramos con el afán de victimizarnos, ni al que recurrimos para ser el centro de la atención, sino que el sufrimiento inevitable, el que naturalmente llega, el que nos lleva a vivir la vida tal como es, sólo porque el sufrimiento es parte innegable de esta vida.

Mi conclusión en cuanto a entender el sufrimiento como motor, pasa también por el lado de entender en primera instancia el de otra persona que está pasando por lo mismo, por algo similar o por algo menos intenso (si se pudiera llamar así).

Y es que lo queramos o no, nuestro sufrimiento no es ni será jamás el centro de este ni de ningún mundo. Por lo tanto lo más lógico es tomar este sufrimiento entre las manos, con mucho agradecimiento y moldearlo, utilizarlo para avanzar, para ser mejor persona, para mirar nuestro comportamiento y hacer el mejor esfuerzo que –valga la redundancia- vaya más allá de un simple esfuerzo… que nuestro comportamiento se mueva acorde a nuestros ideales, a nuestro mejor discurso, y sí: cómo me cuesta! Pero a quién no? La mente es salvaje.

Nuestras creencias, nuestros ideales, lo mejor de nosotros debemos tomarlo como referente para superarnos a nosotros mismos sobre todo en los momentos en que el sufrimiento nos retuerce. Así estaba yo hasta ayer, después de muchos días de intenso sufrimiento. Y así estoy ahora: de pie.

Y ya que hay un hecho irrefutable, tal como es el girar incesante del mundo; entonces frente a este pasajero, pero real ritmo de vida, seguiré dando lo mejor de mí para superarme a mí misma, utilizar este dolor y hacer el menor daño posible a todo ser sintiente, lo que en primera instancia me incluye a mí y también a mi familia y gente que tanto aprecio, pero además a todos esos seres que –aún- no conocemos.

Yo no sé la implicancia real que tienen mis palabras, pero las supongo cuando estoy triste y leo lo que ustedes me escriben y se me ablanda el corazón, mi mente cede un poco y puedo dejar ir el sufrimiento otra vez. Vendrá nuevamente, sí, inevitablemente, pero así como llega se va. Como todo en este mundo.
No hay hecho más claro que la separación de un ser amado, la privación de su contacto directo, es uno de los sufrimientos más grandes que esta vida ofrece, sobre todo cuando este ser es un hijo. Pero siempre todo es una opción y mi opción es ver así el sufrimiento: como un ofrecimiento, como un regalo. La vida lo ofrece, pero depende de uno la utilidad que se le da. No debemos aprovecharnos de este sufrimiento para descansar incansablemente en él, ni los demás seres sintientes, ni nosotros mismos, ni menos nuestra vida espiritual… ninguno de ellos espera a que nosotros sigamos descansando.

Cuando me encuentro ante los primeros días de una seria de días que se vienen cargados de recuerdos dolorosos, cuando identifico que estos días vienen, respiro hondo porque sé lo que se viene, pero nunca pierdo de vista el hecho de que estos días vienen y se van, vienen y se van, vendrán y como siempre se irán. Nuestra actitud depende del hábito que nosotros creemos para aceptar o rechazar el sufrimiento.
Mi infierno es la distancia de mi hijo, la pérdida de nuestra relación diario de madre e hijo, pero incluso en este infierno crecen flores en su recuerdo.

Yo no soy un ser elevado, iluminado ni muchísimo menos que eso. Soy un alma en un cuerpo, una persona intentando día a día superarme a mí misma y no niego el sufrimiento ni me desgasto intentando aniquilarlo, lo que en este mundo sería imposible. Sólo observo cuando viene, cuando se queda y cuando se va.

Y después de estos días tan pesados sólo puedo decir GRACIAS, por todas sus palabras, muestras de cariño y comprensión. Infinitas gracias.

lunes, 14 de abril de 2014

Miedo

Tengo miedo, de este tiempo que pasa y del tiempo que viene. De ser mamá de nuevo y miedo de no volver a serlo. De que se me quede tanto amor hiriéndome el pecho, y de traer otro bebé a este mundo donde somos incapaces de protegerlos.

Ya casi son 3 años y el mundo sigue girando tal como siguió girando ese día y todos los días que siguieron. Tan doloroso era salir a la calle y ver que el mundo seguía girando a pesar de que mi niñito había muerto. Y sigue en estos días siendo doloroso.

Tengo miedo de seguir tolerando este dolor que no se cansa, no deja descansar y en estos días parece no aflojar con nada... Si no fuera por esas palabras precisas de personas que nunca sabrán cuánto las amo y cuánto les debo por alentarme cuando me caigo.

Tengo miedo de seguir pareciendo fuerte o que sigan creyéndolo, cuando por dentro el corazón sigue estado débil, latiendo rápido angustiado para poder mantenerse vivo... de seguir olvidando detalles, de ver como se pasan los años y no se si he avanzado realmente.

Miedo de los días que se acercan, de ese 19 de Mayo que se acerca lento y rápido.

Me duele mucho que estos 3 años no sean lo mismo que son para el mundo. Porque sigue doliendo como el primer día, pero no se puede exigir a nadie que lo entienda.

Duele. Con la misma intensidad que el 19 de Mayo de 2011. Duele.

martes, 5 de noviembre de 2013

"Estadísticas"

Hoy al "azar", si es que puede existir en algún punto algo azaroso... He llegado a la parte de las estadísticas de este blog y he podido ver -con mucha impresión- que tengo público que me lee de unos 10 países distintos! No puedo creerlo! Me ha costado mucho y eso me lleva a reflexionar una vez más sobre mi labor social de la que siempre hablo, al perder un hijo las miradas queriéndolo o no recaen sobre nosotros, lo que nos da una inmensa posibilidad de comunicación.
Por eso hoy quiero agradecer a cada persona que me lee de países en que ni siquiera tengo el honor de conocer personalmente a una sola persona, a los pocos que comentan, a los muchos que leen, y sobre todo a quienes puedan ingresar acá periódicamente. diariamente incluso, esperando encontrar algún texto nuevo.

Y bueno como hoy ha sido el día de darme cuenta cuántas lindas personas me leen, he querido escribirles directamente a ustedes y también buscar de parte de ustedes un poco, que para mí será mucho:

¿Quisieras contarme de qué país me lees?
¿Quisieras sugerirme escribir sobre algún tema relacionado con la muerte?
¿Quisieras plantearme alguna pregunta o interrogante a partir de la cual pueda escribir una nueva entrada?