He tenido días difíciles recordando mucho… siempre que me
sumo en estos días reflexiono sobre lo que significa el sufrimiento y sobre lo
que este nos puede ayudar. En estos días he estado reflexionando en cómo
podemos utilizar el sufrimiento para ser mejor persona.
Mi conclusión respecto a si podemos utilizar el sufrimiento
para ser mejor persona que la que estamos siendo o, en mi caso particular, a la
persona que soy desde el día en que mi hijo falleció. es que sí se puede. Y más
allá de poderse, mi conclusión global es que el sufrimiento es uno de los
mayores motores para ser mejores personas, para superarnos a nosotros mismos. No
el sufrimiento al que nos aferramos con el afán de victimizarnos, ni al que
recurrimos para ser el centro de la atención, sino que el sufrimiento inevitable,
el que naturalmente llega, el que nos lleva a vivir la vida tal como es, sólo
porque el sufrimiento es parte innegable de esta vida.
Mi conclusión en cuanto a entender el sufrimiento como
motor, pasa también por el lado de entender en primera instancia el de otra
persona que está pasando por lo mismo, por algo similar o por algo menos
intenso (si se pudiera llamar así).
Y es que lo queramos o no, nuestro sufrimiento no es ni será
jamás el centro de este ni de ningún mundo. Por lo tanto lo más lógico es tomar
este sufrimiento entre las manos, con mucho agradecimiento y moldearlo,
utilizarlo para avanzar, para ser mejor persona, para mirar nuestro
comportamiento y hacer el mejor esfuerzo que –valga la redundancia- vaya más
allá de un simple esfuerzo… que nuestro comportamiento se mueva acorde a
nuestros ideales, a nuestro mejor discurso, y sí: cómo me cuesta! Pero a quién
no? La mente es salvaje.
Nuestras creencias, nuestros ideales, lo mejor de nosotros
debemos tomarlo como referente para superarnos a nosotros mismos sobre todo en
los momentos en que el sufrimiento nos retuerce. Así estaba yo hasta ayer,
después de muchos días de intenso sufrimiento. Y así estoy ahora: de pie.
Y ya que hay un hecho irrefutable, tal como es el girar incesante del mundo;
entonces frente a este pasajero, pero real ritmo de vida, seguiré dando lo
mejor de mí para superarme a mí misma, utilizar este dolor y hacer el menor
daño posible a todo ser sintiente, lo que en primera instancia me incluye a mí
y también a mi familia y gente que tanto aprecio, pero además a todos esos
seres que –aún- no conocemos.
Yo no sé la implicancia real que tienen mis palabras, pero
las supongo cuando estoy triste y leo lo que ustedes me escriben y se me
ablanda el corazón, mi mente cede un poco y puedo dejar ir el sufrimiento otra
vez. Vendrá nuevamente, sí, inevitablemente, pero así como llega se va. Como todo
en este mundo.
No hay hecho más claro que la separación de un ser amado, la
privación de su contacto directo, es uno de los sufrimientos más grandes que
esta vida ofrece, sobre todo cuando este ser es un hijo. Pero siempre todo es
una opción y mi opción es ver así el sufrimiento: como un ofrecimiento, como un
regalo. La vida lo ofrece, pero depende de uno la utilidad que se le da. No
debemos aprovecharnos de este sufrimiento para descansar incansablemente en él,
ni los demás seres sintientes, ni nosotros mismos, ni menos nuestra vida
espiritual… ninguno de ellos espera a que nosotros sigamos descansando.
Cuando me encuentro ante los primeros días de una seria de
días que se vienen cargados de recuerdos dolorosos, cuando identifico que estos
días vienen, respiro hondo porque sé lo que se viene, pero nunca pierdo de
vista el hecho de que estos días vienen y se van, vienen y se van, vendrán y como
siempre se irán. Nuestra actitud depende del hábito que nosotros creemos para
aceptar o rechazar el sufrimiento.
Mi infierno es la distancia de mi hijo, la pérdida de
nuestra relación diario de madre e hijo, pero incluso en este infierno crecen
flores en su recuerdo.
Yo no soy un ser elevado, iluminado ni muchísimo menos que
eso. Soy un alma en un cuerpo, una persona intentando día a día superarme a mí
misma y no niego el sufrimiento ni me desgasto intentando aniquilarlo, lo que
en este mundo sería imposible. Sólo observo cuando viene, cuando se queda y
cuando se va.
Y después de estos días tan pesados sólo puedo decir GRACIAS,
por todas sus palabras, muestras de cariño y comprensión. Infinitas gracias.
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